Desde mucho antes que las luces del Auditorio Banamex se apagaran, se podía sentir la vibra juvenil escurriendo por cada esquina del recinto, en una atmósfera electrizante creada por miles de cerebros sumergidos en su propia ansia recolectada después de tantos meses de espera; al fin escucharon las canciones que han traído como soundtracks de su día últimamente. Un estado ansioso que concuerda con los silbidos, risas, empujones, con la cerveza e inclusive con el refresco que por ser menores de edad algunos tenían q consumir. Un ansia muy apenas contenida, que si bien fueron unos cuantos minutos de retraso a la hora marcada en el boleto, para muchos pareció eterna. Sin grupo telonero, sin instrumentos carísimos ni mucha gente de producción acomodando cables y monitores por todos lados, lo único que pasaba por la mente de todos era un mismo, único y específico objetivo: Bailar con Two Door Cinema Club. Esta banda de indie-rock irlandesa formada por Alex Trimble (voz/guitarra/synthes), Sam Halliday (guitarra/coros) y Kevir Baird (bajo) que visitó Monterrey, presentando ahora su segundo álbum de estudio “Beacon”, del cual han salido éxitos mundiales que desde hace meses escuchamos en todos los medios.
Y no quedó duda de que los regios añoraban tanto este regreso, cuando a las 9:15 y tan solo con bajar un interruptor en alguna cabina de mando del auditorio, las luces POR FIN se apagaron y fue entonces cuando se dejó sentir: Un mar de voces exaltadas, de todos tipos, en todas direcciones, en las todas frecuencias. Hombres o mujeres, con y sin mensaje, o en un simple grito, la intención de ese rugir frenético era instintivamente demostrar la euforia de saber que ya viene lo mejor, sentimiento que solo se intensificó cuando Alex se paró frente al micrófono y sin decir una sola palabra se encargó de descargar los primeros acordes con su guitarra de una las mejores rolas de segundo disco, “Sleep Alone” para mezclarlos con los tamborazos de la batería que, sin poder escucharlo debido a los gritos que ensordecían, ya tocaba su línea de fondo. Me tomó solo fracciones de segundo darme cuenta que este iba a ser uno de los conciertos más prendidos a los que había tenido la suerte de ir.
Los Irlandeses no tuvieron piedad e inmediatamente después atacaron nuestras humanidades con uno de sus mayores éxitos patea-traseros de su primer álbum, “Undercover Martyn”, para seguir con rolas épicas como “This is the life” y después un leve descanso de apenas segundos, anunciara “Wake up”, entre gritos dispersos y diversas demostraciones de frenesí. A pesar de que solo tienen dos discos y seis años tocando, más de 3,200 almas gritaban igual cada uno de los coros de sus canciones como si fuesen una banda legendaria de gran trayectoria mundial, pues al fin, estaban escuchando en vivo temas que hasta ahora sólo podían escuchar en internet o en la radio. Bullicio que el trío reconocía con sonrisas de incredulidad, pues así como después Trimble lo reconoció al micrófono en una de sus pocas intervenciones entre canciones, “We didn’t expected this (no esperábamos esto)”, refiriéndose a la gran multitud que a sus pies le aclamaba tocar otra canción.
Sam Halliday ejecutó de manera casi divina los riffs en su guitarra, con dotes de maestría que quedaron evidentes cuando tocaron “Sun”, que tiene un considerable nivel de dificultad, mientras Alex dejó la guitarra para tocar el piano eléctrico. Las líneas de bajo de Kevin concordaban idóneamente con las de batería, ejecutadas por Ben Thompson, quien actualmente no es miembro oficial de la banda, pero ha estado de gira con ellos desde 2012.
Con una ambientación bastante discreta que contaba con algunos reflectores y una serie de tiras de luz LED multicolor, el conjunto se encargó de ambientar cada tema con un color particular, y llenar todo el recinto con una vibra diferente para cada una. Temas como “Next Year” o “Settle” inundaban todo el campo visual con matices de todos los tonos del arcoíris, mientras que “This is the life” y otros temas más prendidos del primer disco se mezclaron con luces estroboscópicas que enfatizaban la gran diferencia musical que existe entre un álbum y otro. “Tourist History” fue lanzado en febrero de 2010, cuando Alex tenía solo 20 años. El mismo ha declarado que los dos años posteriores a esa producción han sido de gran maduración, tanto personal como del conjunto, y que su nuevo disco “Beacon” es diferente puesto que ellos son diferentes. Y esto es absolutamente evidente desde la calidad de la producción, hasta el contenido de sus letras; canciones claramente compuestas para seguidores más ávidos, ya no tanto para el sector juvenil en el que ellos mismos estaban cuando se formaron en 2007.
Un extraño semblante de confianza era notorio en la cara de los integrantes mientras interpretaban con evidente gusto su repertorio ante la mirada cautiva de cada uno de los presentes. En medio de lo que parecían bailes rituales de extrañas civilizaciones perdidas en el tiempo, en medio de los brazos erguidos sin otro sentido que señalar la convicción de llevar el cuerpo al límite, y en medio de la confusión de estar entre extraños y sentir conexión con cada uno, no es el aroma de sudor adolescente lo que predomina, sino un impregnante hedor a talento en potencia que desprende una banda que está claramente en ascenso y sin temor de ir más allá, pues justo cuando se pensaba que la buena música y las hipnotizantes luces del escenario eran suficientes, comenzaron a tocar “The world is watching” mientras lanzaban al público decenas de pelotas gigantes de playa color blanco desde la parte de atrás, que recorrieron todo el público y continuaron rebotando sobre nuestras cabezas hasta que terminó el concierto, varias canciones después. Desde mi punto de vista, cuando una banda se compromete realmente con la gente que tiene enfrente en el escenario, se dan esta clase de cosas. Ir más allá de la música, pasar del plano auditivo al plano audiovisual, representa de una manera muy fiel el talento conjunto que con mucho esfuerzo han entregado durante seis años tocando juntos.
Ahora vemos que existen miles de bandas que se sobre-esfuerzan en llamar la atención para lograr la fama, como vestirse en ropas ridículas, ponerse nombres inspirados en alguien más, hacer versiones de otras canciones o maquillarse exageradamente para que no los puedas dejar de ver. TDCC es todo lo contrario; con atuendos que los hacen parecer más bibliotecarios que rockeros, esta banda vino ayer a demostrarnos que lo que importa de un concierto es el sentido musical y la energía que desprenden individuos musicalizados de un lado de la malla, e invade los cerebros de miles en el otro lado. Para mi, la mejor manera de escuchar la música es en vivo, y cuando se escucha a TDCC en vivo no hay otra respuesta corporal mas que bailar. Mis chamorros se sentían en fuego de tanto brincar, por un momento sentía que me quedaba ciego de tantas luces, sordo de gritos ajenos, mudo de gritos propios. Empujones de adelante a atrás, de un lado a otro, hombro con hombro, cadera con cadera, sin un solo centímetro de espacio entre los presentes. Era imposible moverse, pero también imposible dejar de bailar.
Ya entrada la noche, en lo que parecía ser un muy prematuro final, la banda salió del escenario casi sin decir nada, pero ningún fan se movió de su lugar: sabíamos perfectamente que hasta ahora seguía incompleto el repertorio. Se tomaron un par de minutos de merecido descanso, pero solo para regresar con mas pila que nunca a recetarnos un supe-combo-triple de rolas que no podían faltar en el encore: “Someday”, “Cigarrettes in the theater” y la épica “What you know” con la que la multitud se volvió simplemente loca. Mi playera terminó empapada de sudor que desgraciadamente no era solo mío y de cerveza que en repetidas ocasiones surcó los aires. Mis pies eran como bolas de boliche y mis oídos con un ligero “pillido” que hasta horas después me dejó tranquilo… evidencia irrefutable de un buen concierto, uno de los mejores a los que he ido.
Two Door Cinema Club, cuyo nombre está inspirado en el cine de su ciudad natal, TUDOR CINEMA, rockeó ayer el auditorio Banamex con un sonido enorme y de excelente calidad y claridad. Me deja con esa sensación de estar haciendo lo correcto en el momento correcto, estar ahí escuchando música nueva con gente nueva, que es compuesta y ejecutada con extrema pasión y entrega, y eso es algo que yo y todos los que tuvimos la fortuna de estar presentes agradecemos efusivamente y esperaremos a que regresen otra vez a la bella capital neolonesa, y estar ahí, bajo el caos controlado de la musicalización perfecta de otra banda en el escenario y la multitud a sus pies.
Reportaje por: Mauricio Xaya
Fotos: Thelma Cazárez y Mauricio Xaya