El cantante inglés ofreció un show acústico en un recinto casi a su máxima capacidad, previo a su concierto en el Pa’l Norte.
La gente suele decir que tengo mucha suerte, que se me presentan oportunidades que muchos quisieran de forma muy frecuente, o, lo que más me suelen recalcar, que gano boletos para conciertos de forma muy seguida. No creo en la suerte ni en el “destino” (salvo la muerte, que es algo que a huevo nos llegará un día).
Bueno, para no pegarle tanto a la mamada, en esta ocasión participé en una rifa que hizo el Auditorio Río 70 para ganar un pase doble para el concierto de Jake Bugg el 21 de marzo. ¡Oh sorpresa, gané! El otro boleto se lo dí a una persona que aprecio mucho y que le gusta el trabajo de este inglés.
No soy un gran fan de lo que hace, pero decidí participar porque tuve oportunidad de “medio verlo” en el Live Out de 2016. Lo que vi y escuché me resultó agradable y me dejó con ganas de más.
Llegué al lugar a la hora a la que abría sus puertas y una fila algo larga de fanáticos esperaba a las afueras de Río 70, ansiosos de conseguir el mejor lugar para ver a su ídolo (y digo ídolo porque considero que eso es para ellos; se tomaron la molestia de llegar muy temprano). Mientras tanto yo esperaba a mi acompañante y a que me entregaran mis boletos.
Los asientos eran numerados y al entrar una de las personas de seguridad nos indicó a mi y a quie me acompañaba donde estaban. En ese instante vimos que había muchos lugares vacíos y como buenas personas que somos decidimos irnos a unos que estaba una fila más adelante, justo enfrente de donde el artista iba a estar cantando. Casi a punto de iniciar el concierto llegó una parejita (un cantante y una youtuber, al parecer), ellos habían pagado por esos asientos. Para nuestra suerte no se molestaron y dijeron que no había problema, que nos quedáramos allí. Mamalón, pensé.
Se llegó la hora del show y Jake salió inmediatamente al escenario mientras era recibido entre gritos y aplausos (esperaba ver a la mayoría de las chicas gritar cuanto lo amaban, pero juro que escuché a más hombres haciéndolo, vaya) e inició su set con “How Soon the Down”. Seré sincero, quería cantar pero no me sabía la letra, lo admito.
El show siguió con el cantante apoyándose únicamente con dos guitarras acústica que iba cambiando según el tema que estuviese tocando. No había músicos de apoyo, solo eran él y sus guitarras, y sinceramente creo que no le hicieron mucha falta (salvo en Slumville Sunrise, rola que esperaba con ansias para escuchar ese poderoso solo que sale casi al final de esta).
La actitud de Bugg durante el concierto fue la de una persona muy calmada, al menos eso veía. Se limitó en su mayoría a agradecer a la gente sus aplausos, hizo muy pocos comentarios y derrepente se les escapó una que otra risa por algunas ocurrencias que le gritaban.
A pesar de no moverse por el escenario, me atrevo a decir que no fue un show carente de energía. La forma en que este chico se desenvolvió tocando la guitarra logró engancharme desde el inicio.
Cambiando un poco de tema, dos cosas que amo ver en los concierto es a niños junto a sus padres divirtiéndose, y los fans de “hueso colorado” disfrutando del show. A mi derecha, bueno, a la derecha de mi acompañante, había una chava que no tengo duda que era, voy a leerme bien fresa, súper fan de Jake Bugg; todas las canciones se sabía y las cantaba con mucha emoción, sin mencionar que fue a la única que alcancé a ver bailando. Me hubiese gustado toparme con más raza así.
En fin, fue una presentación de poco más de una hora y media que la verdad disfruté bastante. Me hubiese gustado verlo con más músicos, pero bueno, será en otra ocasión. Dos días después me tocará volver a verlo tocar, pero ahora en el escenario acústico del festival Pa’l Norte, con un setlist más corto. Ahí andaré.
