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Xoja

El segundo siempre es diferente

He visto a Café Tacvba de cerca, de lejos, de este lado y del otro lado, enchufados y desenchufados, con cabellos largos, sin canas, con crestas, penachos, huaraches,  trajes de gala y ponchos. Los he visto con Juan, con Rita Cantalagua, con el Gallo Gasss y con todos los otros Rubén; siempre distintos. Mi historia … Leer más

Audiorio Citibanamex, Café Tacuba

He visto a Café Tacvba de cerca, de lejos, de este lado y del otro lado, enchufados y desenchufados, con cabellos largos, sin canas, con crestas, penachos, huaraches,  trajes de gala y ponchos. Los he visto con Juan, con Rita Cantalagua, con el Gallo Gasss y con todos los otros Rubén; siempre distintos. Mi historia con los Tacvbos es la de muchos. 

¿Cuántas veces puedes ver a una banda antes de dejar de sorprenderte con ella? Yo diría que tantas como te permita el ánimo. Para muestra un concierto de los Tacvbos, porque podrás verlos mil veces y podrán ser las mismas canciones que escuchas desde hace más de treinta años; lo mismo, sí, pero siempre logran el cambio. Para los fans siempre hay un momento nuevo que atesorar, un recuerdo que atraer. De un concierto de Café Tacvba siempre sales satisfecho, eso es innegable. 

Anoche la banda ofreció un show acústico de su World Tour 2022 en el Auditorio Citibanamex. Fue un show extenso: veintisiete canciones. La cifra oficial: 5 mil asistentes. Afuera el frío comenzaba a calar, el termómetro marcaba trece grados centígrados.

La mayoría llegamos puntuales, antes de las 8:30, hora programada del show; los otros seguían atorados en el tráfico causado por tanto movimiento en los alrededores. A las nueve y diez de la noche se apagaron las luces. En la oscuridad alcanzamos a distinguir las siluetas que iban tomando su lugar en el escenario; así, fue “María” quién nos dio la bienvenida. 

Parecía un escenario sencillo, sin más adornos que unos focos de luz cálida rodeando el escenario y una enorme cortina negra de fondo.  Después de “María” vino “Diente de León”. Luego una pausa para saludar. 

“Buenas noches, nos sentimos muy contentos de poder compartir la música con todos ustedes. Gracias, gracias por traernos a Monterrey, esperamos que la pasen chingón con la selección de canciones que hemos traído esta noche”, dijo Rubén, y vino “Trópico de Cáncer” a calentarnos el cuerpo. 

“Muchachos, los siento un poco desanimados. Después no se quejen cuando se acabe el concierto”. Y es que hasta entonces nadie nos habíamos atrevido a despegar de los asientos. 

Luego vinieron unas del disco Re: “El metro”, “El ciclón” y “Bar Tacuba” nos desataron las piernas, pero fue “Las flores” la que nos puso a todos de pie. Y ya en esas vino “La chica banda”  y uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, ¡Disco! Aquello reventó. “Es un poco raro tocar ésta aquí, siempre la dejamos para el final, es como el orgasmo”, dijo Rubén.

Los Bronces de Oaxaca aparecieron en el escenario para acompañar a los Tacvbos con “La muerte chiquita”. Qué agasajo de versión con la tuba retumbando. Una vez más lo estaban haciendo: el factor sorpresa. De pronto algo cayó en el escenario. Y no, no era el famoso muñequito.  

Luego vino la parte del discurso, la que siempre está, esta vez reclamando el agua. Era el preámbulo para “Olita de Altamar” y “Futuro”. 

Entonces hubo una pausa, la banda salió y la cortina cayó para descubrir lo que escondía. Era la orquesta, bajo la dirección de Mario Santos.  Rubén llevaba ahora un poncho negro y sombrero a tono. “El aparato”, “Locomotora”, “Las batallas” y “Rarotonga” sonaron. 

“Oe-Oe-Oe-Café, Café. Oe-Oe-Oe-Café, Café. Oe-Oe-Oe-Café, Café” resonó en todo el auditorio, no podía faltar. Y “Esa noche” llegó a recibir una ovación. 

Los minutos se hicieron cenizas. Pasaban de las once de la noche cuando un organillero nos transportó al centro del país con “Medio día”. No habíamos tenido pausas, pero en los conciertos siempre hay una canción para ir al baño, la de Cafeta es “El outsider”, que nos dio oportunidad de recargar antes de “La chica banda”. 

Un “paparapapa eo-eo”, que no fue replicado, fue interrumpido por  “Volver a comenzar”, que provocó una ola enorme sobre el público. Luego una breve pausa. “Es momento de agarrar pareja” dijo Rubén. Y se escuchó “El puñal”. 

La medianoche nos alcanzó. Aquello parecía la despedida, pero aún faltaba “El espacio”, “De este lado del camino”, “Volcán”, “Eres”, “Quiero ver” y “El baile y el salón”,  una de las más esperadas. Convencidos de que habíamos llegado al final comenzamos a salir, pero pronto nos apresuramos a regresar para escuchar la última, la que nos faltaba: “Ojalá que llueva café”, que sonaba con el acompañamiento del Dúo huasteco.

Sí, fue el segundo acústico; el sexto, el quinto, el décimo o el milésimo para otros, lo cierto es que siempre ha sido diferente.