“L.A. Woman” significó el último trabajo de The Doors con Jim Morrison como parte del grupo.
L.A. Woman sale adelante a pesar de el ambiente negativo que rodeaba la banda
El camino de excesos que Jim Morrison, “El Rey Lagarto” llevó a lo largo de su corta vida fue intenso. En determinado momento de su carrera, sobre todo en 1970, estos excesos empezaron a dificultar tanto las cosas, tanto en el aspecto creativo como en la situación administrativa y contractual de la banda.
The Doors empezó a bajar el nivel de calidad de sus discos, esto sin decir que los últimos álbumes hayan sido malos, sino que comparados con los primeros 2 sí hay una gran diferencia.
Además de esto, los múltiples escándalos de Jim hicieron que muchos empresarios de conciertos le dieran la espalda al grupo, por lo que la banda se mantenía no en tan buen nivel. Además de esto, el carácter volátil e irresponsable de Morrison hizo que el clima al interior de la banda fuese sumamente tenso, casi insostenible.
Te recomendamos: OBRAS MAESTRAS: “AQUALUNG” – JETHRO TULL
Así, en este ambiente tan negativo, The Doors se embarcó en noviembre de 1970 en la grabación de su sexto disco de estudio. Para hacer las cosas aún más difíciles, Paul Rotchild, el que había sido el productor de todos sus discos y prácticamente su descubridor, se negó a producir este álbum, mencionando que el material preparado parecía más bien “música de cocktail” (no sé qué quiso decir con eso Mr. Paul, pero vaya que estaba equivocado); ante esto la banda se apoyó en su ingeniero de toda la vida, Bruce Botnick, para producir el disco en conjunto con el grupo.
Los trabajos fueron difíciles por el ambiente tan negativo, pero cosa impactante fue que las cosas comenzaron a fluir de manera mágica; The Doors pretendía con este disco abrazar de lleno al blues y al R&B, para volver a sus raíces, no importando las tendencias que prevalecían en ese momento. El resultado fue un portentoso disco compuesto por 10 canciones en las que Morrison, Densmore, Manzarek y Krieger se muestran contundentes.
John luce, como de costumbre, brillante, marcando el ritmo de manera versátil, lento o frenético, suave o duro, según lo que la canción pida. Robby se aleja de su característica influencia del flamenco y le entra de lleno al blues, aportando riffs y solos de extrema belleza.
Don Ray Manzarek le aporta al sonido del disco esas atmósferas tan suyas, a veces hipnóticas, a veces inquietantes, que enriquecen con demasía cada melodía. En cuanto a Jim resulta impactante el grado de deterioro de voz y ¡en un lapso tan corto de tiempo!, pero este hecho no hace sino darle mayor dramatismo a las canciones, quedando acorde con el sonido “bluesy” que ostenta este álbum.
El disco no tiene puntos débiles, cada canción cuenta con gran personalidad y enorme riqueza. L. A. Woman abre de manera sofisticada con “The Changeling”, canción de aires funk que se erige como una de las mejores composiciones de Morrison.
“Love her madly” y toda su frescura atrapan de forma inmediata a quien la escucha, gracias a su ritmo jubiloso y armónico.
“Been Down so Long” llega como un blues sucio y filoso que retumba con fuerza, para dar paso a un blues lento, clásico, que por nombre lleva “Car hiss by my window”.
La canción que da título a este disco es, simplemente, una joya, una canción perfecta de rock and roll, en la que The Doors te llevan a dar un paseo por Los Angeles.
El lado psicodélico se presenta en “L’America”, en la que Morrison y compañía nos entregan la teatralidad de anteriores composiciones.
Una delicia de canción se presenta con “Hyacinth House”, en la cual Ray Manzarek nos da uno de sus mejores trabajos y en la que se encuentra una frase casi profética “I see the bathroom is clear” (“Veo que el baño está vacío”), recordando que Morrison fue encontrado sin vida en su baño, en la tina, después de varias horas de fallecido, esto apenas meses después de esta grabación.
El álbum continúa con un cover de John Lee Hooker, “Crawling King Snake”, en la que Krieger da cátedra con unos riffs tétricos que marcan esta canción. “The Wasp (Texas Radio & The big Beat) es un blues de aires épicos, con una base rítmica brutal que hace que tu corazón se acelere.
Y si estas 9 piezas no fueran ya gran cosa, The Doors se reserva para el final una obra maestra llamada “Riders on the storm”, en la que la banda retoma sus aires místicos, y Morrison relata la experiencia vivida en su infancia, en la que el alma de un chamán indio entró en su ser, luego de un accidente automovilístico; atmósferas hipnóticas y un ritmo denso y cadencioso, hacen que esta canción sea algo fabuloso.
Te recomendamos: Obras Maestras: “Ace of spades” – Motörhead
El disco “L.A. Woman” se publicó el 19 de abril de 1971; casi de inmediato Morrison se fue a París, Francía, lugar al que acudía para radicar por un buen tiempo y donde pensaba inspirarse para dedicarse con mayor empeño a la poesía. Mientras “Jimbo” hacía esto, en Estados Unidos esta sexta placa de The Doors era muy bien recibida por fans y medios de comunicación, quienes veían un renacer de la banda y auguraban cosas muy buenas por venir. No contaban con que el “Rey Lagarto” fallecería apenas 2 meses y medio después de la salida de “L.A. Woman”, exactamente el 3 de julio.
“L.A. Woman” se mantiene, a pesar del paso del tiempo, como una de las piezas angulares del rock setentero y como una verdadera joya, una obra maestra dentro de la historia del rock.