La presencia de Chappell Roan en el Corona Capital 2025 confirmó el impulso que la cantante estadounidense ha alcanzado en los últimos meses. Su presentación, lejos de la etiqueta de “artista en ascenso”, funcionó como una demostración contundente de cómo un proyecto que parecía emergente se convierte, de golpe, en un acto central dentro de un festival de gran escala.
Horas antes de que apareciera en escena, el ambiente ya daba señales de lo que estaba por venir. El público que se reunió frente al escenario mostró un nivel de identificación poco común para una artista relativamente nueva en el circuito internacional. Accesorios brillantes, colores neón, atuendos de inspiración vaquera y elementos estéticos ligados a la cultura queer anticipaban un encuentro marcado por símbolos y pertenencia.
Esa comunidad encontró en Roan una figura que comunica desde la libertad, el humor y una sensibilidad que combina lo performático con lo íntimo.
Cuando finalmente comenzó su presentación, el impacto fue inmediato. Con un control escénico notable, Roan desarrolló un espectáculo sostenido por una producción precisa pero jamás invasiva. Voces limpias, una banda sólida y una narrativa corporal que complementaba cada tema definieron un set que mantuvo su intensidad de inicio a fin.
Uno de los aspectos más comentados fue su capacidad para atraer incluso a quienes apenas se acercaban por curiosidad. Su presencia, elocuente y desenfadada, se convirtió en la columna vertebral del show: ella marcaba el ritmo, no las pantallas ni los efectos.
La artista estableció un diálogo constante con la audiencia. Entre agradecimientos en español y comentarios espontáneos, logró una complicidad inmediata. Hubo un momento especialmente significativo cuando dedicó unas palabras a la comunidad LGBTQ+, reivindicando el espacio como un entorno seguro para expresarse sin reservas. Ese instante cristalizó el tono del concierto: una celebración colectiva que mezclaba reivindicación identitaria y entusiasmo festivo.
La selección de canciones fue un repaso por los temas que han impulsado su popularidad en plataformas digitales y redes sociales. El público respondió con especial fuerza a piezas como “Super Graphic Ultra Modern Girl”, “Femininomenon“, “Red Wine Supernova” y “Hot to Go!“, esta última convertida ya en parte del imaginario viral que ha acompañado su crecimiento.
La respuesta colectiva fue estruendosa: bailes, coros y una energía que terminó por transformar el espacio en una gran pista de baile improvisada.
De igual forma fue interesante ver el tratamiento que le dio a “Barracuda”, ese clásico de Heart, y ver cómo las nuevas generaciones se conectaron con dicha canción.
El cierre del show confirmó que Roan ha alcanzado un momento clave en su carrera.
La forma en que el público ocupó cada rincón del escenario y prolongó los coros incluso más allá del final dejó claro que su futuro ya no pertenece a la categoría de promesa, sino al de figura consolidada en pleno proceso de expansión. “My kink is karma” y “Pink Pony Club” fueron las elegidas para ponerle punto final a un primer encuentro entre Chappell y sus fans mexicanos.
Sí, Chappell Roan recurrió a la teatralidad y a una escenografía impactante, pero eso no eclipsa su gran voz, su capacidad de baile y el talento de su banda. No es un producto plástico, es una artista en toda la extensión de la palabra y en vivo es espectcular.





