Esta no es una reseña de su vida, sino sobre el hombre en el ordenador.
Cursaba la preparatoria, vivía cerca del centro de Monterrey y acababan de comprarme mi segunda computadora; era un precioso modelo en negro, mi primer equipo personalizado, con altavoces externos, unidad de CD y conexión a internet; se podía cambiar la apariencia de las ventanas y, además, incluía el nuevo reproductor Windows Media Player 8, una maravilla. Me encontraba explorado sus posibilidades cuando me topé con un archivo llamado “Like Humans Do” en la carpeta de My Music, era un archivo pre-instalado en formato wma. Escuché una y otra vez esa canción. David Byrne era la voz en el ordenador.
Años más tarde, escuché por primera vez una canción llamada “Psycho Killer” de Talking Heads; lo último, lo supe porque hice una búsqueda en esa aplicación que reconoce lo que está sonando. Fue después cuando asocié la relación entre Byrne -el cantante de aquella famosa canción de Windows XP- y la banda que acababa de conocer. Byrne había sido el líder de los Talking Heads, una banda newyorquina de new wave de los ochenta. Desde entonces quedé enganchada a la banda y mi curiosidad por aquel personaje creció aún más.
En el 2014, aquel nombre volvió a aparecer en mi vida mientras echaba un vistazo por las novedades editoriales, cuando un libro con portada de fondo negro gritaba su nombre con grandes letras blancas, a éste lo acompañaban el título: Cómo funciona la música, y el icono de volumen de Windows. Se trataba de una reedición en español de la editorial Sexto Piso. Lo llevé a casa.
Ahora el nombre de Byrne vuelve a inundar de notas la web, todas hablando de su nueva gira American Utopia, con la cual regresa a los escenarios luego de catorce años de receso como solista. En las notas cuentan sobre su show, sobre la peculiar experiencia estética y sonora que ofrece. Se trata de un performance minimalista, en donde reordena el escenario con doce músicos vestidos de gris que caminan descalzos por todo el espacio, apareciendo y desapareciendo por la cortina plateada que sirve de escenografía. Es una experiencia inigualable, dicen.
Esta noche David estará en Monterrey, es la oportunidad perfecta para tener cara a cara al hombre del ordenador, de experimentarlo fuera, pero yo estoy a 1800 kilometros del lugar. Ahora soy yo quien está del otro lado.