Psicodelia pura engloba el tema “In-a-gadda-da-vida” de Iron Butterfly.
Un órgano celestial que da paso a un riff profundo, denso y lúgubre de bajo y guitarra que resuenan, mientras una voz grave se manifiesta de manera desesperante e inquietante, dando inicio así a una de las canciones más significativas de la historia del rock: “In-a-gadda-da-vida” de la banda Iron Butterfly.
Fue durante los primeros meses de 1968 cuando Iron Butterfly se metió de lleno a la grabación del que sería su segundo álbum.
La banda, enclavada en la psicodelia, empezó a experimentar con tonos muy graves y ritmos cadenciosos pero contundentes, llegando a la cumbre de dicha experimentación con este disco.
Aunque resulte imposible de creer, “In-a-gadda-da-vida” se grabó en una sola toma y sin el productor del disco presente, ya que éste, Jim Hilton, llegó tarde a la sesión.
Ante eso el grupo se puso a realizar jams y decidieron ejecutar esta canción como una forma de prueba de sonido, lo cual fue grabada por el ingeniero de audio, obteniendo tan impactantes resultados que se decidió dejarla tal cual en el disco.
Poco más de 17 minutos de psicodelia total, 17 minutos de ácido auditivo que hipnotiza y atrapa irremediablemente a quien escucha, eso y más es esta pieza de Iron Butterfly, la cual sirvió para darle nombre a este segundo disco que fue publicado el 14 de junio de 1968.
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Canción poseedora de uno de los riffs más reconocidos del rock, de portentosos solos de guitarra, batería y órgano, que además creó una forma de hacer rock, ya que la banda integrada por Doug Ingle, Erik Brann, Lee Dorman y Ron Bushy, sentó las bases del heavy metal desde la corriente de la psicodelia.
Lo primero que resalta es el extraño título de la canción. Dicho título surgió por accidente: los miembros de la banda se encontraban bajo los influjos del ácido mientras estaban ensayando esta pieza, en un momento dado el baterista le pregunta a Ingle, el compositor de la rola, que cuál era el nombre de esta canción, pero como éste estaba embrutecido por el LSD apenas podía hablar y a como pudo dijo el nombre, y el otro, igual de drogado, anotó torpemente el nombre en un papel.
Después del “viaje” vieron que en el papel en vez de decir “In a garden of Eden” (“En el jardín del Edén”) decía “In a gadda da vida”, frase sin sentido, bizarra, pero que le encantó a la banda, bautizándola de esta manera.
La riqueza musical de esta pieza es enorme, ya que de hecho rompe con todo lo hecho hasta ese entonces por las bandas de rock psicodélico: mientras la mayoría se encontraba cercana a la corriente hippie, en donde la paz y el amor reinaba ingenuamente, y del otro lado del Atlántico Pink Floyd se mantenía en un mundo inquietante y fantástico (gracias al “Diamante Loco” Syd Barret), Iron Butterfly optaba por un sonido duro como un ladrillazo en la cabeza, pero hipnótico como mantra.
El resultado comercial obtenido por Iron butterfly fue brutal, extendiéndose hasta nuestros días el éxito en ventas del disco.
“In-a-gadda-da-vida” es tan grande que la banda jamás pudo superar lo logrado con esta canción, quedándose atrapados por ella, pero nadie les quita el mérito y satisfacción de haber sido los creadores de una de las canciones más importantes de la música popular del siglo pasado.