“The end”, incluida en el primer disco de The Doors, es una de las canciones más polémicas de la historia del rock.
Una de las canciones más enigmáticas y a la vez controversiales en la historia del rock, es obra de The Doors.
El álbum debut y homónimo de la banda formada en Los Angeles, California, representó un éxito inusitado para una agrupación “en pañales” como lo eran The Doors.
Rock, blues, algo de jazz, mucho ácido y mucha psicodelia era la fórmula que Morrison, Manzarek, Densmore y Krieger abrazaron y que los llevó a la fama.
La clave importante de este disco, salido en 1967, radica en que todos los temas incluidos en este álbum ya tenían mucho tiempo de ser tocados por el grupo en sus frenéticos shows en el circuito californiano.
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Una de estas canciones se distingue por su larga duración, por su aire místico, sombrío, por momentos tétrico, pero sobre todo por la parte final en la que la catarsis se vuelve vorágine, escándalo.
En 1966, en el mítico Whisky A-Go Go, “The end” cobró vida.
Esa noche The Doors hicieron 2 shows en dicho lugar, pero al primer concierto Jim no salió a escena. Cuando lo buscaron John y Ray lo encontraron gateando, alucinando y diciendo incoherencias, además de afirmar que había tomado “10,000 micro gramos de ácido”.
Lograron llevar a “Jimbo” al antro para poder cumplir con el segundo show y la hecatombe ocurriroó: Morrison sumamente “inspirado” empezó a recitar algunos pasajes o visiones sumamente inquietantes, cerrando con el ya clásico: “Padre quiero matarte… Madre quiero cogerte”.
Todo mundo pasó del alucine a la perplejidad, se hizo un silencio sepulcral y de esta manera contundente, cual ladrillazo en la cabeza, terminaron ese show.
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The Doors siempre manejó una dinámica en sus shows en vivo consistente en darle un papel importante a la improvisación: Morrison hacía lo suyo, cambiaba algunas letras o incluía poemas o hacía algo inesperado, no planeado, y el resto de la banda debería estar presto para no sólo acompañar al “Rey Lagarto”, sino para acentuar las atmósferas que se iban creando y algún aspecto de la letra.
Así, esa noche, la banda no se sorprendió por el verso edípico incluido por Morrison, lo tomaron como una improvisación más, pero al bajar al camerino, Phil Tanzini, dueño del Whisky A Go-Go los estaba esperando encolerizado por el escandaloso final, llegando casi a los golpes con Jim, despidiéndolos y rompiendo el contrato que los ligaba.
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En ese concierto se hallaba presente el productor Paul Rotchild, quien de inmediato notó el potencial de The Doors, así que los recomendó con discos Elektra y firmaron contrato.
El mismo Rotchild fue el productor del álbum debut de la banda y, obviamente, “The End” tenía que estar en dicha obra.
En aquella época las técnicas de grabación eran aún muy rudimentarias; “The End” se grabó en una sola toma, es decir, casi en vivo.
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Lo intentaron una noche y no funcionó; lo intentaron la segunda noche y finalmente quedó. Lo más difícil fue lograr que la voz de Jim llegara de la cabina a donde se encontraban los músicos, para poderse guiar correctamente, además de que Robby cambiaba de guitarra en la canción.
Se dice que incluso el mismo Jim hacía sus clásicas coreografías para hacer las cosas lo más cercano a un concierto.
“The End” es una canción hipnótica, que lleva directo al trance; la unión de todos los fragmentos presentes en esta canción la hacen aún más compleja pero a la vez rica. La letra está cargada de influencias psicoanalíticas, momentos depresivos y otros tétricos, pero a pesar de esta denzura se convirtió en una de las canciones más populares de The Doors, manteniéndose como una de las canciones más polémicas de todos los tiempos.