El 20 de enero de 1982 se dio una de las historias más bizarras de la historia del rock, cuando de un mordisco Ozzy le arrancó la cabeza a un murciélago que le aventaron desde el público en pleno concierto.
La vida de Ozzy Osbourne está llena de historias apasionantes e inspiradoras, pero también de anécdotas bizarras y estrafalarias.
Dentro de este último grupo destaca la vez que decapitó a un murciélago de una mordida.
Ozzy decapitando a un murciélago
El 20 de enero de 1982, Ozzy Osbourne se presentó en el Veteran Memorial Auditorium de Iowa, Estados Unidos.
El exvocalista de Black Sabbath se encontraba en muy buen momento tras el renacimiento artístico que tuvo con el lanzamiento de los discos “Blizzard Of Ozz”(1980) y “Diary of a Madmen” (1981), sin embargo su comportamiento continuaba siendo excéntrico, irreverente, rayando en la locura.
Y precisamente esa locura se hizo presente esa fría noche de enero: Mark Neal, un fanático de Osbourne, había atrapado un murciélago días antes del show y decidió quedárselo con la intención de llevarlo al concierto de Ozzy.
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Buscaba arrojarlo al escenario para ver cuál era la reacción del cantante, tomando en cuenta una anécdota que había sonado fuerte en aquel entonces, en la que se decía que Ozzy había mordido una paloma frente a los ejecutivos de una compañía discográfica.
Pues bien, en determinado momento del concierto Mark Neal logró acercarse al escenario y arrojó el cadáver del murciélago.
Se dice que Osbourne lo vio, lo levantó del piso y se lo llevó a la boca para darle tremenda mordida, pensando que era de utilería.
La sorpresa es que el cadáver era real.
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“Algo estaba mal. Muy mal. Mi boca se llenó de inmediato de este líquido cálido y oscuro, con el peor sabor que puedas imaginar. Podía sentirlo manchando mis dientes y corriendo por mi barbilla… pensé: ‘no me comí un maldito murciélago, ¿verdad?'”, contó Ozzy años después de ese episodio.
El concierto continuó, pero Ozzy no se sentía muy bien que digamos, por lo cual al terminar el show fue enviado de inmediato a un hospital en donde lo vacunaron contra la rabia y le aplicaron un coctel de antibióticos.
Para su fortuna, no tuvo mayores problemas médicos y dejó para la posteridad una de las historias más descabelladas del rock.